CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS (XII)
Chaurero n Eguerew *
Las sanciones
se aplicarán a los representantes de la autoridad del Estado y a los particulares
que participen como autores o cómplices o que inciten directamente a la
perpetración de alguno de esos crímenes, o que conspiren para cometerlos,
cualquiera que sea su grado de desarrollo, así como a los representantes de la
autoridad del Estado que toleren su perpetración. Art. 1 de la Resolución de la
ONU sobre la no prescripción de los crímenes de lesa humanidad.
INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH – TENERIFE
(VII)
Otra falacia histórica colonial: La supuesta Victoria
de Acentejo
“Una mentira mil veces repetida se transforma en una verdad”
Joseph Goebbels.
En ocasiones no es fácil para un cristiano creyente
fervoroso rayando en el fanatismo, aún cuando este creyente esté dotado de
cierta capacidad intelectual, el asumir que su dios no siempre actúa conforme a
sus deseos y rogativas, experimentando quizás en sus fuero más interno cierta
sensación de sentirse estafado, especialmente cuando estando auto convencido
de que su causa es la única justa, creyendo interpretar los deseos de un
dios del cual además se auto titula representante, aunque como es natural no
medie una designación directa de la divinidad. Es por ello, que el
creyente-fanático no puede asumir que sus deseos y propósitos se puedan ver
truncados por un grupo de despreciables infieles. Es probable que estos
sentimientos perturbaran el espíritu del dominico fray Alonso de Espinosa,
cuando recorría la isla Chinech recabando información de guanches y colonos
para su proyecto de documentar una serie de supuestos milagros, voluntariamente
atribuidos a la virgen de Candelaria. Estas indagaciones y su desmesurada imaginación
le condujeron a ser huéspedes de la santa Inquisición en Tamaránt por querer
hacerse pasar por miembro de tan santo tribunal.
Cuando el buen dominico recogió la información de la batalla
de Acentejo, donde perecieron más de dos mil cristianos a manos de los tabores
de infieles guanches, su ego de cristiano y andaluz se negaría a aceptar que su
dios les sometiera a prueba tan dura.
Quizás, sobreponiéndose a su decepción, decidió salvar el
“honor” de aquellos cristianos invasores esclavistas creando una leyenda,
materia en la que, además, eran expertos en su orden. Así, de la imaginativa
mente del fraile surge el mito de la supuesta segunda batalla de Acentejo. Como
es sabido, los mitos son relatos que pretenden dar modelos de actuación. Los
mitos se imponen como relatos llenos de autoridad pero sin justificación; se
apela, emotivamente, a que las cosas han sido así. Mito este de la segunda
batalla que fue seguido y sostenido por cronistas e historiadores posteriores,
que han antepuesto una visión bucólica poética a la vez que revanchista de la
creación literaria de Espinosa, a un análisis crítico del mito en cuestión,
porque cuanto más viejo es un mito, más solera tiene y más a gusto se
consume. El creyente apenas se para a pensar en todas las fantasías que se
hayan podido añadir durante los siglos en que estuvo vigente. En la
dimensión espiritual del hombre pesa más la tradición que la lógica más
sensata. Y cuanto más fantasioso es un mito, más atractivo resulta.
Pero antes de continuar con la invención del fraile con el
mito de la supuesta segunda batalla de Acentejo, permítame el posible lector
que reproduzca dos artículos tomados de la obra de Espinosa, Historia…, uno
relativo a las “procesiones angelicales” y el otro de los “milagros” de
la virgen de Candelaria. Hay que tener en cuenta que el fraile no nos está
hablando de manera poética o figurada, son afirmaciones rotundas y, según él,
incuestionables:
“De las procesiones que en aquellos tiempos hacían los ángeles
por la playa de Candelaria"
Aunque, estando la santa imagen de Candelaria en Chinguaro
en la casa del rey de Güímar, o en la cuevecita junto a ella, donde muchos años
estuvo, habían los naturales guanches oído muchas veces armonía del cielo y
músicas celestiales,[1] y visto muchas lumbres
encendidas a modo de procesión, no eran tan ordinarias como lo fueron después
que pasaron la santa reliquia a la cueva de San Blas.
Que como ya los guanches tenían más opinión y conocimiento
de quién ella era, así ella obraba más a menudo cosas, con que los confirmaba
en su opinión y los atraía a su devoción.
Eran las procesiones que los ángeles hacían así por la
playa, donde la santa imagen estaba, como por la del Socorro, donde apareció,
muy ordinarias, así de noche como de día, con mucha solemnidad, gran armonía y
música de voces suavísimas, con muchedumbre de compañía que, con velas encendidas,
puestas en orden y concierto, hacían su proceión, desde la ermita que llaman de
Santiago hasta la cueva de San Blas, por toda la playa, que es larga; y esto
era tan ordinario, que ya no lo extrañaban los naturales.
En la playa que dicen de Abona, que será cuatro leguas désta
de Candelaria, hacia la Montaña Roja, se veían también ordinariamente estas
procesiones, principalmente por la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora; y
esto es tanta verdad, que ahora, en estos tiempos, personas que las han visto
se van a la dicha playa y hallan velas de cera acabadas de apagar, y algunos
las han hallado encendidas y pegadas a los riscos y me enseñaron el lugar y yo
lo vide. Y así en esta playa, como en la de Candelaria, se halla por la orilla
de la mar gran cantidad de gotas de cera que de las procesiones que los ángeles
hacen en honra de la Candelaria gotean, y yo doy fe que las he hallado y visto,
y las tengo en mi poder, y oído a oíros muchos lo propio.
Las candelas o velas que en estas playas se hallan, no son
muy blancas, mas el pabilo no se deja entender de qué sea, porque ni es estopa
ni algodón, antes en alguna manera parece de seda blanca torcida. Lo que toca
a estas procesiones, que después acá que la isla es de cristianos, se han
visto, adelante, cuando tratemos de los milagros, se hará mención dellas más
particular. (Espinosa, 1980:64-66)
“De cómo Nuestra Señora de Candelaria libró un navío que iba
para Indias de sus enemigos
Son tantos los milagros que esta Señora hace por los mareantes,
que de solos ellos se pudiera hacer larga historia. Y de éstos son patentes
indicios los muchos cabos y maromas de que las paredes de la iglesia están
adornadas; que navegando navíos con grandes tempestades y llamando a Nuestra
Señora de Candelaria, han sido por ella socorridos visiblemente, viéndola en el
mástil mayor o en la popa de los navíos. Y de muchos que se cuentan y refieren
diré algunos que he averiguado y comprobado.
Viniendo de España para Indias un navío de españoles con
próspero viento, en el golfo de las Yeguas, que es cerca de estas islas de
Canarias, toparon un navío francés, que les vino siguiendo tres días y tres
noches; al cabo de los cuales habiéndoles ganado el barlovento, vino un martes
en la tarde a ponérseles a tiro de cañón. Y como los españoles venían sin
armas ofensivas ni defensivas, y el enemigo hecho un reloj, perdiendo la
esperanza de escapar de sus manos, a persuasión del maestro del navío, que
tenía noticias de los milagros que Nuestra Señora hace por los que se le encomiendan
y en sus necesidades la invocan, con fe se encomendaron todos a esta Señora,
prometiendo de ir en romería a su bendita casa.
El navío francés les comenzó a bombardear. Estando ya casi
barloado con ellos, espantable caso: todas las bombas que daban en el navío
español, como si ellas fueran de cera y el navío de bronce o metal, resurgían
hechas pasta, sin hacer daño alguno; y muchas balas, así de los esmeriles y
piezas que tiraban como de los mosquetes y escopetas, daban a los hombres en
los pechos y otras partes, y caían a sus pies sin hacerles daño alguno. Y en
particular dio una bala a los del navío español a uno en la muñeca del brazo,
donde traía unas cuentas de reumas, y quebrándole una de ellas, no le hizo otro
mal.
Viendo, pues, los del navío tan manifiesto milagro, dieron
voces a Nuestra Señora de Candelaria y volvieron sobre el navío francés, para
barloar con él. Más los franceses cobraron tanto temor y miedo que, no osando
esperar a los que tenían rendidos y acobardados, dieron a huir por el espacioso
mar, quedando los españoles libres y vencedores; desde donde vinieron al puerto
de Santa Cruz, para venir a dar gracias a quien les había librado tan
patentemente y con tanta honra.
Sucedió un admirable caso en este mismo día y en esta misma
hora en que aconteció este milagro, que no permitió esta Señora que los
religiosos que en su casa la sirven, ni los romeros que en ella estaban, que
eran muchos, quedasen en ayunos de este consuelo y milagro; porque a prima
noche oyeron todos tocarse las campanillas del coro que se suelen tañer al
alzar; y esto por gran rato y espacio. Y yendo todos a ver lo que era (por ser
cosa inusitada tocarse a aquellas horas), no hallaron persona alguna que
tocarles pudiese. Y entrando en la iglesia, estaba tan clara como si fuera a
medio día. Y luego entendieron todos denotar aquello algún milagro que la
Reina de los ángeles entonces hubiese hecho; y así notaron el día y la hora. Y
de hoy a ocho días vinieron diez y nueve hombres del navío arriba dicho
descalzos y en romería, uno de los cuales era don Gabriel de Montalvo, que con
muchas lágrimas contaron todo lo sucedido. Este milagro está comprobado.” (Espinosa,
1980:164-166)
Y así, ¡hasta cincuenta y seis “milagros” más! Juzgue
el posible lector por sí mismo, pues bien, “fundamentados” documentos como los
presentes han sido seguidos ciegamente por determinados intelectuales con
patente de corso en la Historia de Canarias, creando una especie de “bola de
nieve” en torno a determinados pasajes de nuestra historial colonial hasta el
punto que es difícil dilucidar que contienen de verdad y cuanto de montaje mal
intencionado, pero eso sí, desde un óptica “culta” es decir, colonial.
El abogado e investigador canario Antonio Cubillo Ferreira,
en un interesante artículo relacionado con la supuesta segunda batalla de
Acentejo y haciéndose eco de una investigación sobre el tema realizada
por el historiador Eduardo Espinosa nos dice:
“Mi estimado amigo, ya fallecido, natural de Ycod de los
Vinos, Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas, después de muchos años de
investigación y análisis de textos antiguos de la conquista y las datas
notariales, escribió un magnífico opúsculo con él títuló de “El real de Ycoden
y el postrero de la conquista”, en el cual, con todo lujo de detalles, se
analizan los hechos históricos y documentos para demostrar que nunca existió
esa “victoria de Asentejo”, inventada por los españoles. El montaje histórico,
nos dice Eduardo, surge de una invención fabricada por el monje dominico fray
Alonso de Espinosa”, y continúa el Sr. Cubillo: “dice, que después de la
batalla de Aguere marchó Alonso de Lugo con el ejército a La Orotava, sin que
los guanches se opusieran a su acción, “hasta assentar su real en el lugar del
que se denominó Realejo en el término de Taoro”, y que desde aquí hicieron
correrías las tropas conquistadoras hasta que los guanches presentaron la
batalla en un lugar de Acentejo cercano al otro donde había sido la primera,
siendo vencidos y muertos la mayor parte de ellos y cantada la victoria por sus
enemigos después de haber peleado la mayor parte del día. Según el fraile
dominico, los guanches desplegaron sus tropas ante las de los españoles,
provocando el combate en campo abierto, en el mismo sitio donde los habían
derrotado en Asentejo. Esto no es un hecho real sino una historia fabricada por
el fraile.
El historiador icodense da una cita del monje que dice:
“Marchó su campo la vía de la Orotava , con mejor suceso que la vez primera,
sin hallar mucha resistencia, aunque alguna, hasta asentar su real en el lugar
que se denominó Realejo”. Eso quiere decir que no hubo ninguna acción bélica
entre Aguere y Taoro.”
La historiografía y las fuentes archivísticas canarias nos
trasmite interesantes y pormenorizados detalles de batallas y escaramuzas
sostenidas entre los invasores europeos y nuestros ancestros. Por ejemplo, la
batalla de Ofra donde Maldonado y Saavedra perdieron 200 mercenarios muertos en
el combate; Acentejo donde murieron más de 2.000 milites, la batalla de Aguere
favorable a los invasores, escaramuzas como la de Las Pañuelas, Abikure en
Anaga, las de Icod, Adeje etc. No es comprensible que la supuesta segunda
batalla de Acentejo, con la magnitud que le atribuye el frayle Espinosa y sus
seguidores, no haya dejado mas huella documental que el relato-ficción
del dominico.
Interesado en esta cuestión, he indagado en las fuentes por
si pudiera existir algún resquicio que pudiera dar algún viso de credibilidad
al relato de Espinosa, pero mi esfuerzo resultó inútil en tal sentido.
Isabel Fuentes Rebollo (1501-1510)=
168 documentos.
Datas de Tenerife, libros I al IV =
1884
“
Datas de Tenerife libro V
=
146
“
Antonio Rumeu de Armas
=
50
“
Eduardo Azanar Vallejo (1476-1515) =
1203 “
Eduardo Aznar Et. Al. (1518-1525)
= 658 “
Total documentos consultados =
4.109
Todos estos documentos correspondientes al archivo principal
de la Corona de Castilla, el de Simancas y en una de sus secciones más
interesantes el Registro General del Sello (exceptuado las Datas), han sido
reproducidos íntegramente o extractados por autores de reconocida solvencia
académica. En ninguno de ellos se hace la menor referencia a la supuesta
segunda batalla de Acentejo. Hecho que de haber tenido lugar, tal como nos los
presentan determinados elucubradores, es prácticamente imposible que no
estuviese reflejado en las fuentes documentales. Antonio Cedeño militi, que
vino a la conquista de Tanaránt con Juan Rejón y que participó en la invasión
de Chinech, escribió una crónica de la conquista Breve resumen e historia muy
verdadera de la conquista de Canaria, no recoge la supuesta segunda batalla de
Acentejo. Otro criollo e historiador, el médico Tomás Marín de Cubas, no hace
mención a dicha batalla.
Curiosamente, este supuesto hecho de armas tampoco es
mencionado por los dos cronistas españoles mejor informados de la época,
Bernáldez y el Cura de los Palacios.
Desde mi punto de vista, lo que el fraile tomó por una
batalla, fue una de las tantas correrías que habitualmente realizaban los
invasores para la captura de esclavos o ganados, recogida por transmisión oral,
la que dio pie a Espinosa para urdir su hiperbólica segunda batalla de
Acentejo:
“…Iba en vanguardia de esta expedición el mismo Lope Fernández
de la Guerra , quien, deseoso de penetrar en el famoso distrito, se adelantó
solo hasta el lugar donde está hoy el caserío de Santa Úrsula; pero, al llegar
allí, le salieron de improviso al encuentro y le acometieron, dando horrorosos
silbos, veinte guanches que estaban en acecho tras unos matorrales.
Como el sitio no era favorable para la defensa, retrocedió
Lope, saliendo a escape sobre su caballo hasta que, entrando en un llano donde podía
manejar sus armas, retrocedió, y haciendo frente a los isleños que de cerca le
perseguían, mató seis con su lanza, ahuyentando a los demás, entre los cuales
quedó uno prisionero bajo los pies del caballo”. (A. Millares Torres)
En este encuentro murió luchando valientemente Badamoheí,
infante de la casa real de Tacoronte.
Entre las Datas de repartimiento de las tierras
usurpadas, existe una que considero de interés por los datos que aporta, un
pino con seguridad el Pino Santo de la actual Victoria, un barranco primero
como vamos a La Laguna , actual Barranco de Cabrera, por consiguiente las
tierras concedidas a Juan Benítez por esta data forman parte de los
municipios de La Matanza y La Victoria :
1.356-26.—Juan Benítez. Como a v° e conquistador q. fuistes destas
islas y por los muchos trabajos q. en estas conquistas hovistes os do., un
pedazo de tas. de s. q. son en Asentejo para sembrar pan, las cuales dhas. tas.
habéis de echar la linde desde un pino q. está “en hante de la ranbla honda
estuvimos el día del desbarato de Asentejo” y ha de venir la linde dende aquel
pino atravesando fasta un barranco primero como vamos a La Laguna y dende este
linde hasta la montaña, os do las dhas. tas. q. han por linderos la rambla
honda hasta la montaña y de la otra parte de abajo está dha. linde y del otro
lado el barranquillo suso dende están unos barecos como vamos a La Laguna y de
la otra parte de arriba la montaña. Digo q. vos do 250 f . 10-111-1502.
Si en dicho término hubiese tenido lugar la pretendida
segunda batalla de Acentejo, es lógico y dado la especial idiosincrasia de los
invasores que en lugar de recoger en el documento como referencia del lugar la
expresión “estuvimos el día del desbarato de Asentejo”, con toda seguridad
hubiesen empleado la de: “estuvimos el día del desbarato de los guanches”, terminología
más apropiada de haber existido tal batalla y recogida documentalmente para
eventos similares.
En cuanto al topónimo La Victoria de Acentejo, es cuando
menos lamentable que organismos oficiales se presten de manera consiente a un
continuo ejercicio de pleitesía en su acepción como capitulación, rendición,
sometimiento a los poderes coloniales, y que además se encuentran cómodos con
la situación heredada, siendo incapaces de indagar en los fundamentos
históricos de su existencia.
Uno no puede dejar de sentir vergüenza ajena cuando lee
textos como el siguiente:
“ La Victoria de Acentejo es uno de los pueblos más notables
en la historia de Canarias.
Debe su nombre al grito de ¡Victoria! que dieron los
castellanos en la batalla que les otorgó la Conquista de la isla de
Tenerife el 25 de diciembre de 1495. En honor a este hecho se celebró una misa
junto al Pino, que pervive como símbolo del municipio y se prometió
levantar una ermita en el lugar donde hoy se alza el templo parroquial, lo que
inició el asentamiento de los primeros pobladores.”
En ocasiones los lugares toman el nombre de determinados
hechos notables ocurridos en los mismos, que permanecen en la memoria de los
coetáneos y es trasmitida a las sucesivas generaciones lo cual acaba siendo
reflejado en la documentación de cada momento, bien por normativas
administrativas, testamentos, documentos de compra-venta etc.
Un de las fuentes más fiables, por la proximidad a los
hechos de la invasión de la isla, son las datas o cédulas de repartimiento de
las tierras usurpadas, en este caso las relativas al Achimenceyato de Acentejo.
De las 53 datas de repartimiento fechadas entre 1497 y 1522,
que recogen el topónimo Acentejo, ninguna de ellas menciona a La Victoria de
Acentejo, prueba evidente de que en el lugar no se produjo ningún
acontecimiento con la suficiente entidad como para que fuese conservado por la
memoria popular o por decisión de los estamentos gobernante, en cambio el
topónimo La Matanza de Acentejo está recogido en cinco de ellas y documentado
desde 1497, para una mayor inteligencia del posible lector reproducimos dichas
datas:
22.—Juan Rodrigues de Gamonales en mi nonbre y nonbre de Miguel
de Plasencia suplico a V. M. q. por quanto avernos fama de servir a V. M. y ser
vs.... unas tas. q. están dondescendiendo la Matanca de Acentejo la primera
rambla fasta la otra de los Charcos q. alinda con Baeca y sus compañeros e por
quanto no es mucho para nosotros suplicamos a V. M. nos la mande firmar q. en
esto ganará V. M. vassallos y será servicio a Dios. 30-VIII-1491 (?).
662-3.—Diego Mancanufyo. «Yo Alonso de Lugo, governador de
las islas de Tenerife y San Miguel de la Palma, do a vos D. M. unas tas. q. son
sobre el ruoque junto con las montañetas de la Matanca y fasta las cuevas
questán en barranco de la Matanca y las cuevas questán sobre el roque y otras
q. son mías y de Juan Delgado questán en el barranco de Fanfan cerca de la ta.
de Ygoymad porq. así q. vos las do vos do este alvalá firmado de mi nombre fecho
xx días de mes de otubre de xc y siete años y estas cuevas questán sobre el
roque son para mí y Pero García. Dénsele 3 c. de senbradura donde demanda.
Alonso de Lugo». 20-X-1497. [Traslado adjunto, de J. López de Acoca, escribano
mayor].
818-60.—Rodrigo Yanes. Tas. para q. son en Agentejo abajo de
la Matanca pasando el charco del agua aliende de un barranco seco, en el mismo
lomo donde ya vos he dado otro pedazo de tas., demás de lo dado os hago merced
de otras 5 c. Le da 3 c. 27-111-1503.
1.242-25.—Fernando Días, v°. Un pedazo de ta. monte q. es en
Acentejo, abajo de La Matanca, linderos el barranco y tas. de Pedro de Agreda y
de la otra parte la montaña y malpaís, la cual ta. va por el lomo abajo hasta
la mar, en q. puede haber 3 c. para sembrar. 6-VI-1509.
712-63.—Pedro Vizcaíno. «Beso las manos de V. M. a la cual plega
saber en como en las Matancas están unas cuevas mías q. V. M. me mandó dar y un
pedazo de ta. cabe las cuevas». Le sean dadas las tas. y cuevas. Alonso de
Lugo. S. f.
Por otra parte, el Cabildo de los colonos en su sesión de 25
de julio 1508 dispone los lugares donde han de tener lugar la mesta, situándola
de esta manera:
“Están de la Punta haza en todos los términos de Taoro y
hirán a hazer mesta al avchón del Rey al Ryo quando se apregonare que será el
lunes primero que vyene, so pena de dc mrs. para el reparo de los caminos
desta ysla; e los que están de la Matanza a este cabo, hasta el arroyo de
Guavonje, que se entiende donde mataren a Sordillán, quando los llamaren vayan
todos a fazer su mesta a la cruz que es camino de Taoro; e los que están desde
el arroyo hasta todo el término de Tegueste vayan con sus ganados a hazer mesta
al arroyo del agua de Tegueste, al Paso Baxo; e los otros que están en todo el término
de Anaga se junten para quando los llamaren en el arroyo que está a la cabezada
de todo el arroyo de Tegueste; e los que están en Heneto se junten en Taco, en
la montaña, para hazer mesta; e todos los otros ganados que sean en todo el
término de Guymar con la montaña se junten todos a las Syete Huentes del señor
Governador, e que ninguna persona non sea osado de dexar de mesta ninguna res,
so pena que el que se le provare ge lo demandarán por de hurto e sy fuere
guanche que le serán dados cientaçotes.” (Acuerdos Cabildo de Tenerife, 1508,
fol. 8v.)
Este texto nos indica que en la época el término de La
Matanza abarcaba toda la comarca de Acentejo con los mismos límites del
achimenceyato del mismo nombre que en tiempos de la invasión estaba gobernado
por Chimenchia-Tinguaro, hermano del gran Kebehi Benchomo. Dicho territorio lo
ocupa los actuales municipios de La Matanza , La Victoria y Santa Úrsula,
poblaciones estas dos últimas que en aquellos momentos no debían ser
significativas puesto que no son reseñadas en la documentación de aquel
tiempo.
No es comprensible, según las tácticas militares de la
época, que los invasores pusieran en marcha todo su ejército de mercenarios en
pleno apogeo de la estación invernal, y mucho menos que después de haber
obtenido la supuesta victoria nada menos que sobre 5.000 guanches, según
algunos sesudos historiadores, dieran contra marcha regresando al campamento de
Añazu, en lugar de ocupar el apetecido menceyato de Tahoro.
La realidad es que por esas fechas las tropas invasoras
estaban acuarteladas invernando en Añazu y con graves problemas de
mantenimientos, por lo que de vez en cuando algunos destacamentos hacían
cabalgadas a la rapiña de ganado, mientras tanto, dejaban que la epidemia de
modorra hiciera sus estragos y, posiblemente reenvenenando los acuíferos. Así
estuvieron hasta la primavera del año siguiente, por finales de mayo recibieron
un buque con ayuda del duque de Medinasidionia, no fue hasta el mes de julio de
1496 que las tropas se pusieron en marcha hacía Taoro sin gran resistencia por
parte de los guanches porque, tal como recoge Marín de Cubas: “estaban todos
enfermos, cayéndose a sus pies, allí había grandes cantidades de cuerpos, unos
cerca del agua muertos, otros emparedados en cuevas y paredones a modo de
hornillos, y todo era horroroso, y entrado de la cuaresma no aparecía un hombre
vivo por todos aquellos campos y sierras”. (Marín de Cubas, [1694] 1993: 196)
Septiembre 2010
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